Casa de Pan

Eclesiastés 11:1 "Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás"  Dios, el Eterno y Creador de los cielos y la tierra, puso en su soberanía una Ley, así como las que conocemos y hemos experimentado por ejemplo:  la ley de la  gravedad (todo lo que sube baja),  la de la inercia (todo lo que está detenido tiende a estarse quieto o en movimiento, si es que está en movimiento, pero no les gusta el cambio) etc. En referencia a  la reflexión que colgué fue a causa de esta foto que  me trajo a la memoria este versículo en el libro de Eclesiastés, el cual quiere decirnos que: así como son comprobadas las leyes físicas con nuestra experiencia, así también esta ley espiritual se cumple si la practicamos; y aún si la hiciéramos con ignorancia de su existencia, esta  ley espiritual: ¡se cumple! ¿No es esta una buena noticia? Claro, buena noticia si hemos dado más, que lo recibido y si hemos dado abundante y desinteresadamente, sin calcular e

Dios creo un mundo con sonidos Cantar de los Cantares 2:8 "¡La voz de mi amado! he aquí el viene saltando sobre los montes,..." 2: 14b "...hazme oír tu voz" Vemos como la esposa reconocía la voz del esposo así como él reconocía la suya. ¿Qué quiero decir con esto?  Que así como los sonidos están ligados a los sentimientos que residen en el alma, también la Voz de Dios está ligada a nuestro espíritu, así como la nuestra es reconocida por él, nosotros debemos reconocer la suya al oírla. S an Juan 10:27 "  Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen" Las ovejas oyen su voz y le siguen (porque lo aman) y El nos pide que le dejemos oír nuestra voz (porque nos ama).  No hay sonido más hermoso dado por Dios al hombre que nuestras voces.  Alabemos, cantemos sin cesar porque Él anhela oír nuestra voz.  El conoce el sonido de tu voz. ¿Conoces tú la suya? Dios te bendiga.  Sara Olguín.

Jeremías 18:4 " Y la vasija de barro que él hacia se echó a perder en su mano;  y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. 6b- ...He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel." En el versículo 4, nos cuenta Jeremías lo que vio en casa del alfarero.  Cómo bajo esas manos, le estaba dando una forma especial y única, y cómo aquella vasija se echó a perder.  Es decir mientras Él la tornaba, su consistencia no alcanzó a retener esa forma modelada. Pero dice que fue en "sus manos" o sea no ocurrió en el horno, o en el tiempo de secado sino cuando el artesano la moldeaba.  Esto habló a mi espíritu, tal vez como esa imagen habló a Jeremías, el profeta de Dios. El artesano mientras esta dando la forma de la vasija de arcilla, la tiene en movimiento, con agua y entre sus manos. El movimiento es como la rueda de la vida, con sus aflicciones; aquellas que nos dijo Jesús que tendríamos

Guía mis pasos Jesús, guía mis pasos Señor, no me dejes quedar en el valle. Yo quiero subir a tu monte, Señor ... donde muestras tu Rostro de Luz, Yo quiero subir a tu monte Jesús, donde fluye tu leche y tu miel. Yo quiero subir al monte de Sion, donde abres tu boca y enseñas. No me dejes quedar en el valle, Señor Súbeme a tus alturas, haz veloces mis pies que te siguen. Guía mis pasos Jesús, guía mis pasos mi Rey, no me dejes quedar aquí abajo. Autor : Sara Olguín. Esta poesía  surgió en un momento en el cual estaba tan necesitada de ver la Luz, de encontrar una dirección, y de recibir una instrucción del Señor, que me sentía tan abajo, como estar atravesando un valle tan interminable que no llegaba nunca al pie del Monte de su Presencia para comenzar a subirlo; de cierto que es una situación que se repite casi siempre cuando estamos siendo promovidos por el Señor a nuevos niveles en intimidad, conexíon y promoción en Él, pero en los cuales nunca dejar

¿A quién hago feliz con el árbol de navidad, a mí o a Cristo? “ Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.  Que si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ó que vivamos, ó que muramos, del Señor somos." (romanos 14: 7 y 8). No hay dudas de que para todos nosotros, los que hemos nacido de nuevo por el Espíritu de la Palabra (1Pedro 1:23), hay una sola cosa para lo cual vivimos y es esa: agradar al Padre, quién nos amó de tal manera que nos salvó eternamente en su Hijo Jesucristo (San Juan 3:16). Claro que así como hemos aprendido a conocer a nuestros padres terrenales para agradarles, mientras crecíamos, ahora que nuestro Padre es Dios, mientras crecemos y caminamos en Él (Cristo) nos esmeramos en saber lo que le agrada a través de su palabra. La biblia es la instrucción del Padre para todos sus hijos, sin importar la raza o idioma que hablen, ni las culturas que tengan, somos uno en Cristo ( Efesios 1: 11 a