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LA MANO DE PAPA

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Hace casi 30 años atrás, cuando corrían los primeros días de mi conversión a Cristo y en un regreso, de una de mis primeras reuniones con la Iglesia, ocurrió esto que les contaré y que nunca, nunca he podido olvidar ni olvidaré jamás. Venía regresando tarde de la reunión y traía conmigo un cassette de música de alabanza y adoración, que me habían prestado y una de las razones por lo que quería llegar rápidamente a casa, era la de oír por  primera vez  toda aquella nueva y diferente, música.  Así que en el auto que nos traían,  veníamos cantando, orando y llorando y muy embargada por esa Presencia Gloriosa de aquella hermosa reuníon, le pedía a Dios que no me soltará, que no me dejará nunca. Luego, cuando llegando a casa, mis amigos y yo entramos, y como yo traía a mi  hijito dormido en mis brazos, me dirijí hacia la habitación de mi pequeño y mis amigos fueron hacia la cocina a fin de prepararnos algo rápido para comer, ya que era muy tarde, antes de eso,...

SONIDO DE MARCHA


1 Crónicas 14: 15


“Y cuando oigas el sonido de marcha en las copas de las balsameras, entonces saldrás a la batalla, porque Dios ya habrá salido delante de ti para herir al ejército de los filisteos.” (BLA)

“Oír el sonido de marcha” es lo que le daba a David la autorización de  salir a la batalla, contra los filisteos.

Nadie puede oír ciertos sonidos en los acordes musicales, si no ejercita por años su oído.
 Esa preparación silenciosa, perseverante y disciplinada lo autoriza a separar los sonidos en diferentes grados: agudos, altos, bajos, como  también, si son los correctos (afinados) o no (desafinados).

El problema del pueblo de Dios, en todos los tiempos y edades fue: Aprender a oír la voz de Dios. Y ejercitar su oído de tal forma que oyendo a Dios, oigan también los sonidos con que Dios nos indicará que hacer. Hay toques de queda, como toque de avance. Pero hay un sonido, que solo oirán los oídos de todos aquellos que hayan alcanzado el nivel más alto, y más profundo, que es el sonido de la última trompeta.


1 Corintios 15:52 “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” 


A este nivel de audición espiritual, es el que quiere y necesita Dios que lleguemos, todos. (Aunque todos no llegaran, lamentablemente)
 Al que llegue a percibir los sonidos de marcha en las copas de las balsameras, al que llegue a tener oídos para oír lo que el Espíritu dice a la Iglesia, ése será el que oirá, esté muerto o esté vivo, el sonido de la última trompeta, ¡Oh Gloria a Dios!
Hermanos, nadie puede preparar nuestro oído espiritual, más que la Palabra de Dios, esto es Cristo. Él es el verbo encarnado, la palabra hecha carne, él es quien nos habla con su Santo Espíritu dando aliento de vida a su palabra escrita, la cual penetra a nuestro espíritu enseñándole a discernir todo lo que es espíritu de vida o espíritu de muerte.

Hermanos las batallas a las cuales hoy nos enfrentamos son sólo una preparación para la última y gran batalla de la fe, la cual ya ha ganado Cristo para nosotros y es la de nuestra resurrección para Vida Eterna, por eso en estas pequeñas batallas, debemos consultar a Dios, oírlo y oír cada indicación por más tenue o dificultosa que nos parezca. 

El rey David podría haberse confundido; oír el viento sobre las copas de los árboles necesita de nosotros atención, pero oír  “el sonido de marcha” sobre las copas de las balsameras, necesita mucho más que atención, sino conocimiento.
 Ese sonido era conocido por David, porque era ejercitado en batallas, era un sonido muy familiar, pero que a la vez muy pocos conocían. (hay muchos que quieren olvidarse de los sonidos que les recuerdan, las batallas)

Las batallas tienen olores y rumores característicos, son diferentes unas a otras, en algunas salimos con la mitad de nuestro uniforme, en otras con menos compañeros, en otras con alguna herida, y en otras con un miembro menos (es mejor a veces perder uno que teniendo todos, irnos al infierno, Mateo 18:8)

 Pero el haber estado luchando, dentro de ellas, nos capacita y despierta los reflejos, como sobre todo: el oído. 

El oído atento, salvó a muchos de nosotros cuando la batalla arreciaba, quedándonos con poca visión a causa de la polvareda por el oído reconocíamos si  quien  estaba a nuestro lado, era un hermano o un enemigo; si la voz del grito de ataque, era de quien dirigía la estrategia militar, o del capitán contrario. 
Sí, en las batallas pudiéramos perder todo pero lo que enriquecemos es nuestro oído, al final de ellas.


Dios tuvo que afinar el oído del rey David hasta ese punto que hemos leído, es que de David dependía la vida de todo el pueblo de Dios.
Así que hoy, el Señor me habló, me dijo escribe, hoy quiero que le hables a mi pueblo, a mis hijos, que preparen su oído porque pronto está a sentirse la última trompeta, y los que tengan su oído abierto, y hayan quedado, y los que estén muertos, se levantarán y se irán con el Comandante de los ejércitos de Jehová. 
 ¡ Vayamos a las batallas y ejercitemos nuestro oído espiritual, parémonos delante de las balsameras, y estimulemos nuestro oído a oír el sonido de marcha, de Jehová Dios de los Ejércitos.!

Dios te bendiga, porque ése es el propósito de Dios en este día. 
Pastora Sara Olguín

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