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LA ESPERA EN EL APOSENTO ALTO

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  El secreto de lo que sucedería en el Aposento Alto, estaba en la Espera. Hechos 1: 4 Cuando todavía estaba con los apóstoles, Jesús les advirtió que no debían irse de Jerusalén. (Les dio la palabra cuando estaba con ellos, ¿para qué se las dio? Para que pudieran tener confianza en él, mientras el volvía. Para que supieran que él ciertamente volvería, si esa promesa se cumplía entonces ellos debían confiar ciegamente en su regreso) Les dijo – Esperen a que se cumpla la promesa que mi Padre les hizo, de la cual yo les hable (Lucas 24:49) Hechos 1:5- Es cierto que Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo . La espera es el método de Dios, para aprobar o desaprobar, para acercar o separar, para llamar o alejar. Dios les había dado la Promesa, no de que sería restablecido el reino de Israel sino de lo que él Padre sabía que tenían que recibir para poder anunciar desde Jerusalén hasta lo último de la tierra, lo que había ...

NO HAY SUCESO, SIN PROCESOS!



   

Viniendo de un reino en el cual se nos formó para que seamos veloces como los caballos, los cuales son tirados por cabestros y dirigidos; donde se nos formó para que actuemos y no pensemos; para que veamos y creyéramos en lo que veíamos.

 Viniendo de un reino en el que todo es instantáneo;  en el que todo debe obtenerse rápidamente, o se deben ver resultados prontamente; en el que se debe tener aquello que se quiere ¡ya!, es muy difícil para nosotros, si no fuese por el amable Espíritu Santo que el Padre nos envió, comprender que esta nueva transformación que la Palabra (Jesús) debe hacer con y en nosotros, a partir de nuestro nuevo nacimiento en su reino, se logre de un día para otro.



 Hay un proceso, y no uno, tantos, que Dios realiza sobre nosotros, cada día a través de cada circunstancia que da forma al Hijo de Dios que ahora somos. Somos pero todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser.
El Padre, en Génesis 17:5 dijo: "Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes". 

Esto no fue de la noche a la mañana. 

Abraham había pasado un tiempo de proceso hasta el capítulo 17: lento, pesado, doloroso.

Dios le fue arrancando  sus cáscaras, pellejos, semillas, a través de esas experiencias que encontramos atrás de este capítulo.

 Después de esto estaba en el punto correcto y a tiempo para pasar a otro, que se abría con este cambio de nombre, porque Dios llama las cosas que no son como si fuesen, y  ahora  Abraham entraba en este, por la palabra activada con la asignación de ese nombre. 
No cualquier nombre, solo Dios sabe con que nombre llamarnos a nosotros, también.
El diablo muchas veces nos llama con un nombre equivocado, falso, que no representa el propósito de Dios; a veces nuestros familiares nos llaman con un nombre errado, muy distinto del que llevaremos en la voluntad de Dios.
 Yo recuerdo que cuando era pequeña mis hermanas me decían: ¡Ahí viene la reina! y cuánto me dolía este nombre; me hacía sentir diferente entre ellas, separada, distinta.
 Me sentía rechazada a causa de lo que impactaba negativamente ese nombre en mí. 
Cuando llegué a Jesús (El llegó a mí) descubrí que ese nombre profetizaba mi destino: ¡Somos reyes y sacerdotes de su Reino! Y la Verdad me liberó.

Pero Dios cuando llegamos a ese punto, ya está allí, esperándonos, sosteniendo ese Nombre ( el verdadero) para esa nueva etapa; es el nombre que el Padre nos asigna, el que activa un nuevo proceso en nosotros hasta que lleguemos al final del mismo.

Entonces ahora, a  Abraham, le tocaba caminar, moverse, vivir cubierto por ese nombre.

 Abraham cada vez que quisiera hacer algo  diferente, opuesto a ese nombre, cada vez que se desalentara, cada vez que perdiera la visión, el llamado, su nombre lo protegería, lo haría reaccionar y recuperar hasta llegar a ser así, como en el cielo también en la tierra: Abraham. 

Al principio el nombre le resultaba extraño a él, a Sara, y a sus conocidos. Seguramente habrán usado uno o el otro, y Abraham un día se sentiría Abram y otro Abraham.

Seguramente le habrá resultado grande, por cuanto él estaba creciendo hasta alcanzar la medida de ese nombre.

  • No hay suceso, sin procesos!
  • ¡No hay transformaciones sin procesos! 
Sí necesitamos, la horma, y esa es la palabra profética.
¡Cuando actives algo del reino de Dios invisible para traerla a la tierra, por una palabra de Dios con tu boca, no esperes que suceda ya, solo has dado permiso al proceso en tu vida, para que se forme, lo que has anunciado!

Romanos 4:17"(como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, él cual da vida a los muertos (esto lo aprendió en Génesis 22:5), y llama las cosas que no son como si fuesen".
Quiero que notes Génesis 15: 5 "Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia" 

Ese hombre Abram, tuvo que creer primero y entonces Dios pudo trabajarlo y revelarle su nombre: Abraham.


  • Cuando Abraham llegó a comprender espiritualmente esto, aceptó y no dudó, que él era Abraham, llamado a ser: Padre de multitudes.

Todo un proceso!

 No esperemos, no queramos, que tan hermosa obra de Dios en nosotros, se realice en un segundo, tengamos paciencia y seremos aquello que traerá el suceso deseado por Dios! Aleluya!


¡Dios te bendiga!
Pastora Sara Olguín


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