Llegará un momento, un día en que ya nuestras fuerzas habrán alcanzado su máximo. En que nuestros ojos ya habrán visto lo suficiente, y estarán agotados. Nuestra voz será tenue y débil. Nuestros pasos disminuirán y pasaremos nuestros días en quietud, en reposo; solo nuestra mente será la que se mueva, tantas veces irá más rápido que nuestra voluntad, de querer andar, tocar y decir.
¿Hemos pensado alguna vez en esto? Que cuando todo en nosotros haya perdido su vigor, nuestra mente aún conservará nuestros recuerdos.
¿Qué son nuestros recuerdos?
Toda nuestras vivencias, todo lo que hemos vivido junto a todos aquello que se relacionaron con nosotros, que dejaron marcas buenas o malas, con quienes hemos hecho la mitad de cosas en nuestras vidas, recuerdos que serán agrios, dulces, fuertes, débiles, de alegría o de gran tristeza.
Muchas veces me quedé observando a los ancianos.
Y a veces veía a algunos de ellos, con sus miradas idas, y de sus ojos salían lágrimas.
Yo pensaba ¿qué recordarán? Otras veces los observaba reír solos, y hasta hacer un breve comentario, y nuevamente pensaba ¿cuál será su recuerdo, que la hace reír?
Tantas cosas vivimos, desde nuestra niñez, adolescencia, juventud.
A veces la vida parece corta pero otras tan larga, tan llena de recuerdos que muchas veces tantos dicen en la vejez: ¡No quiero recordar más!
Filipenses 4:8 dice
"por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad"
¿Cómo llegar a la ancianidad sanos mentalmente?
Hoy el incapíe es llegar sanos físicamente, pero ¿nuestra alma, nuestro corazón? Empecemos ahora a guardar los mejores pensamientos para nuestra vejez. Aquello que es producto de mentiras, de la deshonestidad, de la injusticia, de la impureza, de la descortesía, de lo que no es de buen nombre, eliminemoslo; filtremos con la Luz de la palabra de Dios, todo lo que vamos guardando en el desván de los recuerdos, porque perderemos muchas cosas, pero aún cuando no tengamos buena memoria, lo malo de ellos, serán nuestros torturadores, por lo que nuestros ojos, muchas veces llorarán de dolor y no de amor por alguien que nos falte.
Somos jóvenes, pero seamos sabios, Dios nos dice: aprende a vivir tus días de juventud para acumular bienes en todo los sentidos. ¡No descuidemos nuestros recuerdos, empecemos ya a retener los mejores recuerdos para que, en nuestra vejez nuestra mente, junto a Dios, se alegre en todos ellos!
Dios te bendiga.
Sara Olguín
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