Gálatas 5:15 "Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea
que acaben por destruirse unos a otros"
Cuando leí este versículo, inmediatamente vino
a mi mente la imagen de la serpiente del
Edén, (Génesis 3:14b) aquella que
fue maldecida a comer polvo, todos los días de su vida.
¿Y qué cosa es el
polvo? porque seguramente de tierra no viven estos animales.
En Génesis 3:19,
Dios le dice al hombre "...Porque polvo eres, y al polvo volverás."
Es decir, fue sujeta al deseo de comer, de perseguir y contender, contra los hombres,
todos los días de su vida, hasta destruirlos.
¿Conocemos personas así?
Que se levantan y se acuestan en una continua discordia, sea con quién sea;
vivan junto a ella o de más lejos; y que
no le dan el final a la discusión hasta que no tienen la última palabra dicha.
¿Cuándo comenzó esta forma de vida en ellos? ¿Qué le dio origen?
Muchos hemos notado que, ni siquiera
discuten por cosas importantes, valederas o justas, sino por las más
insignificantes, que les causan disgusto, a ellas solamente.
¿Se recuerdan de Jonás?, ¿el irritable
profeta?, nuestro Dios Misericordioso, le hacía esta pregunta, ante sus
reacciones coléricas: " ¿Tienes razón de enfurecerte tanto? (Jonás 4:1- 10).
La irritabilidad de
Jonás, no dependía de las causas, esto lo vemos en la lectura de la historia;
estas causas no se asemejaban para nada entre sí, y él había perdido su capacidad de
discernirlas, de evaluarlas.
Había perdido el sentido de lo justo y de la
misericordia, a pesar de ser un profeta de Dios.
Es que la profesión, la
vocación o las buenas obras no son escudos para que esto nos ocurra o no nos ocurra, pueden ser máscaras pero
no nos defenderán o transformarán.
Por eso vemos en todos los ambientes
sociales la agresión entre esposos, padres e hijos, patrones y empleados, políticos
y gobierno, profesionales y profesionales, etc.
La ofuscación y la obstinación
de nuestra voluntad nos llevará a manejarnos con un espíritu destructivo de
contienda, (en psicología lo llaman agresividad negativa).
Estas personas han
perdido los límites de sus derechos y no notan su invasión en los derechos del
prójimo, creen que son todos uno, y ese es el de ellos.
Dios le preguntó a su profeta:
¿Tienes razón de enfurecerte tanto? Y él
podría haber argumentado que sí porque era profeta, pastor, líder, patrón,
padre, madre, pero Dios no mira esto, sino con dolor sabe que quien comienza la
disputa, y hace de ella un estilo de vida terminará consumiéndose a sí mismo.
Este era el temor del Apóstol Pablo
ante el espíritu que advirtió entre los hermanos de Gálatas cuando les decía
"...no sea que acaben por destruirse".
Consumirse o devorarse o matarse como vemos en
nuestro hoy; porque este espíritu inspira una manera de vivir, que termina destruyendo el amor entre los
hombres, matrimonios, familias, dañando
irreversiblemente a la sociedad, y comprobando que la serpiente del Edén logró su
objetivo con nosotros.
Así que el Apóstol Pablo, con pesar,
aconseja a los hermanos de Gálatas, como también el Espíritu de la Palabra a
nosotros, que quitemos ese sentir que no viene de Dios, de lo Alto sino de lo
terrenal y diabólico.
El Apóstol Pablo
reconoció en los corazones de estos hermanos, la misma naturaleza que opera en
las obras de las tinieblas.
Perseguir, contender, hasta destruirse unos a
otros.
Porque de este tipo de conducta no sale nadie vivo.
El que derrota a
uno, aunque aparentemente tiene la victoria, no se da cuenta que también perdió
ante el Juez de los Santos entre los hermanos (Santiago 5:9).
Cuando comience una discusión, no participes de ella, detente ante la
pregunta del Espíritu de Dios en tu corazón: ¿Tienes razón de enfurecerte tanto?.
Seamos del mismo sentir de Jesús, pacificadores sabiendo que éstos heredarán la tierra.
Dios te bendiga, Pastora Sara Olguín
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